Electores o Indignados:
¡Cuidado con el Juego Perverso del Poder!
Dr.
Willians De Jesús Salvador
Los derechos electorales del pueblo
dominicano, no pueden ser alienados por los que hoy sustentan el poder, todo lo
contrario deben ser protegidos por un régimen de derecho, para que los resultados de la misma tengan la
aceptación colectiva, que es fundamental para la legitimación del gobierno que
resultase de dicho certamen.
Es evidente que falta equidad,
equilibrio y hasta prudencia de parte del PLD, sobre el delicado tema que
envuelve al alto tribunal comicial, pues, la concentración de poder por el
partido gobernante y la forma atropellante de aplicarlo, sin importar que los
mismos estén de espalda al ejercicio de la democracia y a la gobernanza del
país. Constituyen un desafío innecesario a sus adversarios políticos,
principalmente al Candidato de las grandes mayorías, Ing. Hipólito Mejía, según
atestiguan todas las encuestas nacionales.
Hemos escuchados voces que se han
levantado desde diferentes ángulos de la sociedad clamando por una salida con la celeridad que
las circunstancias ameritan y como respuestas a dichos reclamos, hemos contemplado impávidos al Secretario
General del partido gobernante, muy beligerante, con una disminuida vocación
concertante, sus respuestas dejan mucho que desear de un Presidente del Senado,
que por razones forzadas debe hacer de la prudencia de ese poder del estado, un
arte elegante en la cotidianidad propia del debate político.
Por su parte, su excelencia
Monseñor Agripino Núñez Collado y la Sociedad Civil, han asumido un rol digno
de encomio, por la sensatez y alto valor patriótico, para alejar el fantasma de
las dudas e inequidad de un tribunal, que aunque conducido por el Magistrado
Dr. Roberto Rosario, hombre de indudable compromisos partidarios con su PLD,
organización a la que ha dedicado una parte importante de su existencia humana
como miembro de su comité político, tal vez, se pueda colocar en el fiel de la
balanza, porque, hasta una mirada del juez puede producir una mancha en el proceso, que haga imposible creer en su
capacidad de una correcta administración
del proceso electoral.
El Ing. Hipólito Mejía, el
Candidato y líder de la oposición política dominicana, sus reclamos tienen que
ser tratados con el respeto que las circunstancias obligan, sobre todo de un
hombre de timbre democrático, comprometido con el forjamiento de una sociedad
que este cónsonas con los reclamos y reivindicaciones de la mayoría, sobre todo
de los ciudadanos excluidos por el aparato del estado al legitimo
derecho al bienestar por el neoliberalismo, cuyo sistema de
conducción del estado no toma al ser humano como epicentro de la sociedad, sino
a los mercados y las rentabilidades del capital.
Hemos observado como las oleadas
de indignados han barrido los gobiernos y sus gobernantes, que obcecados
en perpetuarse en el poder, han
desafiado las reglas de oro que instituyen
el equilibrio entre gobiernos y opositores.
En una rebeldía y desobediencia
popular a unos resultados cuestionados, nadie saldrá ganancioso, nosotros los
dominicanos no queremos los tristes espectáculos electorales que se están dando
en ciertos países, que por prudencia que la diplomacia obliga pido la
indulgencia de los lectores para no mencionar. Aquí el Yate Angelita
puede resultar pequeño para muchos que han abusado del poder, atreves de la
injuria a los más elementales cánones éticos de administrar la cosa pública, un
país hipotecado con un congreso gomígrafo que aprueba empréstito que hasta el
Presidente Ulises Hilarión Heureaux Lebert (Lilís), tendría un mínimo de prurito
en esta carrera alocada e insaciable.
Escuchar de labios de un
Presidente de la República, decir que dedicará 45 mil millones de pesos para
ganar las próximas elecciones, para
que su partido se quede en el poder, eso
no tiene madre y de hecho esta barbaridad se está ejecutando con el plan
demagógico de asfaltado nacional y otros dispendios.
La hora es de prudencia, búsqueda
de salida al conflicto de la JCE, hay que tener cuidado con el juego perverso
del poder, para no convertir electores que aspiran a un cambio pacífico e
indignados populares.
El Autor es médico y diplomático
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